jueves, 30 de septiembre de 2010

Árboles Caídos

Un de las obras de arte que Dios compuso está siempre junto a nosotros. Las montañas nevadas, la vegetación y los árboles que uno puede encontrar en muchos lugares, son pues signos de la huella de Dios que a puesto para nuestra contemplación y admiración. Caminando en medio de los bosques encontré con curiosidad muchos árboles caídos, la cantidad de los mismos esparcidos en medio del bosque jaló mi atención. Hay de todos los tipos, unos jóvenes que aparentan raíz fuerte y tronco vivo, pero al acercarme veo cómo las termitas y otros pequeños animales han ganado su premio y lo han hecho caer. Hay los secos, que hasta la raíz se les secó y no encontraron agua para nutrirse y finalmente cayeron. Están también los que no crecieron bien y el peso de sus ramas los hicieron caer. Otros que al caer buscaron apoyarse en algún tronco firme, pero aún así se les quebró el tronco. Hay pues de todo tipo que por diversas circunstancias cayeron.

En medio de este bosque puedo ver un camino que se pierde en medio de los árboles, un camino hecho cuidadosamente con troncos cortados y puestos a cada lado, pero curiosamente, los árboles caídos obstaculizan el camino, tanto así que confunden y no permiten distinguir con claridad el sendero, ello exige tener una mirada más atenta y cuidadosa para ver el camino por el que otros han pisado firme.

De pronto, el viento comienza a soplar fuerte, la brisa se hace notar al chocar con las copas de los árboles frondosos y altos que están de pie, los rayos solares traspasan en medio de las ramas que se mueven por el viento y parecieran juguetear con el sol. Al mirar pues hacia arriba dejándome cegar por los rayos solares, escuchando los murmullos de las hojas y sorprendiéndome por los cantos de las aves que se posan en las ramas, así como otros pequeños animales que juguetean de tronco a tronco, veo que son muchos más los que están de pie apuntando al cielo y buscando el calor del la luz solar.


La noche llega y con ella el frío, la nieve cae con su silencio, discreta y suave, pero constante. Pasan las horas y ya a cubierto todo, se genera una acústica que apaga todo ruido y los árboles caídos ya no se ven, sólo se ven los árboles de pie que alojan en sus ramas copos blancos de nieve, como adornándose para la fiesta.